miércoles, 23 de febrero de 2011

TENGO QUE IRME YUMBEL

Tengo que irme. Dejo atrás el Yumbel de mañanas que duran infinitamente poco y días que comienzan tarde, la bicicleta y la caída del sol son casi una identidad. El viaje al río, agua helada, cristalina y con una muy amistosa falta de profundidad, parece que te bañaras en una baldosa de arena, regada por una manguera. El bosque en que se inserta este río, tiene álamos, sauces llorones y otros que se guardan la pena, frutales y eucaliptos que crecen con gracia natural y algo de hippiesmo. Mesas de madera, asadores se insertan entre los árboles, se plantan en tierra alta o baja, como una geografía construida en maqueta. Con cuanta libertad entras y sales del balneario, te paseas, cruzas el río con el pantalón hasta las rodillas, vuelves y devoras tu pan con "algo", sin importar el algo siempre es rico ahí comer y mirar la tranquilidad con que desfilan pequeñas ondas del río, con un brillo de luz suave sobre sus lomos, con una que otra rama aprovechando el galope.Otra tarde el mismo río más arriba, 8 kilómetros de diferencia por la línea del tren, tendrás que contar los durmientes, saltarlos, subir a las largas barras de chocolate que son los rieles atemperados por el calor. Llegas a un Puente de hierro, el agua acá es profunda, se escuchan gritos y risas, un especie de trapecio cuelga desde un árbol enorme y flota a un metro de la superficie. Los niños juegan al trapecio y se dejan caer de súbito sobre la red de agua. Nunca vi tanta sombra un día con tanta luz. Pasa la tarde y el río es mío. Nado como si fuera experto, con la técnica de un principiante. Estoy relajado por lo que dicha diferencia podría notarla algún campesino de paso, o un maquinista de tren en poco movimiento.Salgo empapado de ganas por seguir siendo hombre pez. La fruta y un yogurt me vuelven un niño empedernido feliz, con una toalla encima miro el entorno, oscurece y tengo que irme. Me visto rápidamente y tomo la bicicleta, no puedo volver por la vía, sería muy lento. Sigo el camino arenoso de los cortafuegos, el camino de los guardabosques, mi rueda muerde la tierra a ratos, la arena masca mi rueda, camino, vuelvo a ganarle a la dunas. Ha oscurecido y paso entre la alambrada, carretera y truenos, carretera y relámpagos, los sigo parecen bombas localizadas. Pedalear en la noche, el aroma de los pinos, todo me acerca a Dios. Levanto las manos, hago círculos en la pista, la soledad es buena compañera. Respiro y pedaleo, sonrío y la noche me da menos miedo que el día. La exquisita noche está a mis pies, llego a casa exhausto, extasiado de vida.Tras la cena, conversación, las estrellas me llaman a la orilla de la línea férrea. Conozco bien el golpetear que transmiten los rieles, escucho el viento y sé cuando un tren está justo a cinco kilómetros más al sur. La campanilla suena, y corro, son 42 carros, un ciempiés gigante que observo, yo a este lado de la vía y cuatro autos en la otra mitad de ese mundo residual.Estoy listo para dormir, el compás de los carros sigue sonando, un poco más débil, algo más débil, ya casi no se siente, ya casi desap...

viernes, 11 de febrero de 2011

Y EL CONVERSADOR SE PUSÓ A CAMINAR

Un 2 de febrero, tomó la mochila y se puso a caminar. la conversación no se podía quedar enclaustrada en los cafecitos de Santiago. El club de debate de esta ciudad ya estaba semi-adulto, el sur esperaba.

Poco dinero y mucha esperanza, la ecuación que se repetía en cada viaje. Olor a cambio, porque un loco convencido siempre es peligroso y nunca deja de alterar un poco al universo que lo recibe.

Metrotren y abajo en Rosario, una estación pequeña casi definida por el espacio entre la linea y la carretera. Entre los 100 metros de camino a la 5 sur, una plaza pequeña patio trasero, bella y despoblada. Subir la pasarela con 40 kilos a la espalda, contemplar el camino y comenzar a levantar el dedo. autostop le dicen los gringos.

30 grados y el sol madurando la piel, primera camioneta dialogo cordial
- amigo voy hasta la entrada de Rengo - me dijo de entrada
- no importa, igual me sirve - le dije dándole salida al encuentro en la primera conversación.

Después de 10 minutos estaba abajo, mojándome bajo una llave que no dejaba de regalar un chorro eternamente tibio. Tenía dos opciones esperar más misericordia del agua, o asumir el
que enfrentar al Goliat radiante era parte del juego. Una camioneta más, de las simples - las otras "palo grueso" cambian hasta de pista al verte- frenó y comenzó otro breve viaje:

Chimbarongo a la vista y el hombre de las frutas secas, sigue riendo y comentando:
- los viejos se queman en el horno todos los días, por eso el sabor especial de nuestra producción-

Bajo frente a un peaje, en pocos minutos estoy usufructando de su baño, el agua ahora es helada, los brazos y la cara son un hervidero, que se modera por un tiempo, vendrá una larga hora de espera hasta que un camión y un viaje de conversaciones de "machos" se instala alternada por historias de campo, chiquilladas y el porqué un niño tímido toma un volante y elige la carretera y la soledad.
En el primer cruce a Concepción, caigo desde las alturas del camión:
-buena suerte- me dice con cariño cargando el acelerador. el sol baja la noche sube. Irrumpe un trino en mi camino, miro por intuición la vegetación, entre pastizales una pequeña vida alada corre hacia la carretera, mientras las patas gigantes de caucho de los camiones roza su sumbra. Tomo al pequeño para sacarla de la via, la devuelvo lejos del asfalto más cerca de lo verde, pero vuelve a buscar el otro lado del camino, la otra frontera. Lo devuelvo y vuelvo, el viaje debe continuar y no puedo luchar contra el destino , camino rápido y otro pequeño se atravieza. Sólo una vez, sólo una vez más me repito, lo de que venga dice el padre que hay en mi, no depende de mis fuerzas.
Ya oscurece, y un camión me deja a la entrada de Laja, otro auto me acercará al acceso a Yumbel, la frangancia de los bosques, las estrellas multiplicadas a millones y el frio que se agradece, me suben al bus mareado de tanta energía. No sé como llego y sorprendo a mi prima.

-No avisaste tontorrón- me dice , yo la miro agradecido, tomo el tazón y el pan humeante y caluroso.
-Ya estoy aquí- me digo contento de haber comenzado el viaje.